viernes, 9 de marzo de 2007

EDITORIAL CON BANDA SONORA


Estábamos en plena fiesta aniversario, campaneando respectivamente el octavo trago –suavecito, señor, por favor, que no me quiero rascar- de whisky y el octavo jugo de durazno. Y ya andábamos a punto de convencer a unas muchachas preciosas (que nadie había invitado pero que poco importaba) de las cosas insólitas que tenían los hermanos Chang en el depósito de la agencia de festejos. La gente bailaba, echaban sabroso un pie y estaba a punto de ser un cuarto para las doce en aquella noche imborrable, la última de la quinta La Bejarana, cuando en eso la vocalista de la orquesta dijo: “Y ahora, damas y caballeros, nosotros nos tomamos una pausa para comer algo y beber un trago, así que permisito”. Y la gente silbaba y aplaudía y pedían “otra, otra, otra” y nosotros “vengan por aquí que el depósito es por acá, se van a quedar locas con lo que van a ver” y ellas “pero esto no está como muy oscuro”. Y nosotros “sí, pero es que si encendemos la luz a lo mejor te asustas y no te gustas”. “Ah, ok, después de Uds. entonces”. Y justo en ese instante se monta el mayor de los Chang en la tarima, con los ojos puyudos y la pupila dilatada, se acerca a la guitarra y se la cuelga al cuello al tiempo que el menor de los hermanos salta tras la batería y marca el tiempo: un, dos… y un, dos, tres, cuatro. Y sin ponerse de acuerdo, como si tocaran de memoria una pieza prohibida que hace años no tocaban pero que todos los días recordaban, han desatado una descarga que dejaba tímido a Jimmy Hendrix tocando con los dientes.

Los vasos se deslizaban de las manos y estallaban en un festín de cristales molidos contra el suelo, la gente dudaba entre aplaudir y desnudarse, todo el mundo comenzó a besarse con quien tenían al lado, muchos sucumbieron ante súbitos ataques de epilepsia sin ser epilépticos, algunos se subían a la tarima y se lanzaban de clavado independientemente de que hubiera público o no para atajarlos, otros tomaban impulso y se deslizaban por la pista como quien se barre en segunda en un intento desesperado de robo. Todo eso durante 30 segundos que fue lo que duró el trance. La descarga musical amainó con idéntica brusquedad a como había comenzado. Arrojó el menor sus baquetas al público, asegurándose de que golpearan los platillos en su trayecto. El mayor rompió con un movimiento fugaz de uñas todas las cuerdas de la guitarra, se descolgó el instrumento y lo estrelló contra los amplificadores como si fuera Kurt Cobain y acto seguido se lanzó sobre el micrófono para clamar:

- La música suena y el cuelpo tiembla… helmanos chang dicen: discotienda.

Nos olvidamos de las guapas arroceras, cerramos la puerta del depósito sin antes cerciorarnos de que alguien no hubiera quedado encerrado allí adentro. Volvimos al salón principal donde todo el mundo esperaba tragando grueso y respirando un aire caliente y sólido. La borrachera se había esfumado de todos esos cuerpos independientemente de la cantidad de tragos que tuviera cada quien entre pecho y espalda. “Ustedes dos encárguense de la sección de rock, tú de la clásica, tú del jazz, tú de los boleros, tú dale con la electrónica, tú con lo afrocaribe, tú compra los afiches y las luces. Tú reparte los volantes, tú pega las etiquetas y los precios. Nosotros ponemos misiquita de ambiente y atendemos la clientela. Moviéndose señores. Esta fiesta se acabó”

José Urriola y Fedosy Santaella (vendedores de discos)

CAJITA DE MÚSICA

Juan Carlos Chirinos



Cuerda una vez cada cien años, proporciona la melodía deseada siempre, con alternativa de extravagancia, rebobinado automático y regresión al instante a la primera audición. Experimente la alegría de descubrir la misma balada como si fuera la primera vez, audífonos incorporados y control de volumen interno. Ecualizador de doble banda y versiones opcionales hasta para quinientos instrumentos; lágrima incluida con las pilas recargables, ciento ochenta gigabytes de memoria extendida en los últimos trescientos años y anulación automática de bodrios. Posibilidad de pareja para ocasiones de botiquín, rockola con canciones de Julio Jaramillo y te amaré, sí, te amaré, servicio nocturno de cambio de nombre por el de ¡Néstor!, declaración jurada de que hay luto en mi alma y sentencia en firme cuando ocurra la eventualidad de que el amor que un día era mi alegría, era mi ilusión desaparezca en los vericuetos de la noche. Accesorio inalámbrico para fiestas cui, cui, cui, co, co, co, guru, guru, guru, guru, gu, cuá, cuá y peluca mullida para días de lluvia en los que quizá se pueda cortar una flor. Carcasas de muchos colores y sorteo de una cena para dos con Delirio en un restaurante donde sirvan copas de helado y los gupis pululen por la sala; sin posibilidad de desayuno, so pena de suscitar la ira de Orfeo y algunas walkirias. Inicios en la, si bemol menor para masones consagrados, y do mayor para ocasiones castrenses, tan de moda en estos tiempos. Regularidad ajustable al estado de ánimo, dinámica acorde al peso diario antes y después de miccionar, timbre agudo para espacios abiertos y grave para ocasiones luctuosas, paso largo y corto, largo y corto, largo y largo, registro certificado en la Audiencia provincial y articulación precisa entre nota y nota con suspensiones en cada silencio a gusto del consumidor o de acuerdo al canon de Theodor Adorno (diez niveles de intensidad). Garantizada de por vida la felicidad de tres minutos y el característico sistema problem-away durante los instantes de gozo bajo los efectos de esta única canción que sólo se puede adquirir con este producto, sujeto a las leyes de copyright internacional y para uso doméstico exclusivo, sin perjuicio de bodas, bautizos y comuniones extenuantes. Permiso especial para consumir en el metro, cercanías, trayectos largos de tren y viajes trasatlánticos. Incluye certificado de mayoría de edad y servicio técnico a perpetuidad sin que esto conlleve ninguna responsabilidad por parte del fabricante y/o distribuidor. El cliente, al adquirir el producto, acepta automáticamente las consecuencias emocionales que generaren en la psique, y declara estar en conocimiento del mood al que se expone desde el momento de colocarse los adminículos para inocular tum, tum. Por lo que el fabricante se exime de responsabilidades ante futuras epilepsias, depresiones, catatonias, clímax, desidias, iras, malaleches, cagondioses, ñoelamadres, maricuelúltimo, nofuñas, pardieces, hideputas, vergaciones, euforias y quecagadas varias, sobre todo si vienen alimentados por ingentes cantidades de cualquier sustancia excitante. Todo lo anterior queda sujeto a la responsabilidad exclusiva del consumidor y, por ello, no se admiten devoluciones.


http://juancarloschirinos.blogspot.com

LAS PORTADAS DE LOS DISCOS

Roberto Echeto



Hasta hace unos años había pocas cosas tan placenteras como comprarse un disco y sentarse durante horas a ver con todo cuidado los detalles de la carátula. Esa deliciosa experiencia que disfrutamos los que tuvimos la suerte de comprar los discos grandes de acetato (los que se ponían a 33 ½ revoluciones por minuto) no la gozan hoy los que nacieron en la era del disco compacto. Lo que era un formato grande en el que se explayaban los colores, los dibujos, las fotografías y los juegos tipográficos se transformó en un exiguo «librito» en el que cuesta ver los detalles. Pocas cosas hay tan tristes como comparar una copia de pasta y otra en CD del mismo disco. Toda lo que era sugerencia y estímulo visual en una se transformó en miniatura en la otra. Menos mal que al menos en lo que al sonido se refiere, el CD nos trajo una mejora y la promesa de no rayarse tan fácilmente como sus negros y frágiles antecesores.

Del disco de 33 RPM al disco compacto hubo un cambio que hizo que nuestra sensibilidad se resquebrajara. Antes, comprar una grabación en una tienda llena de afiches y de música a todo volumen era una experiencia en la que se mezclaban la promesa de adquirir el mejor disco de tal o cual banda con el arte que entraba por tus ojos cuando veías aquellas portadas fascinantes y seductoras que te hipnotizaban. Hoy en día, la experiencia sigue siendo más o menos la misma, aunque atenuada. El tamaño del CD no produce esas ansias de llegar a casa, de poner el disco, de sentarse a oír qué grabaron nuestros artistas favoritos mientras leemos las liner notes o nos solazamos con las letras de las canciones. Tampoco produce el efecto mesmerizador que genera la gráfica, ése que hacía estragos en los adolescentes de mi época y que nos ponía a copiar como locos los dibujos que hizo Derek Riggs para las portadas de los discos de Iron Maiden.

De alguna manera extraña y difícil de precisar, la comunión entre música e imágenes que se da en la portada de un disco, crea en los seres humanos un estándar, una especie de canon bajo el que se forjan la sensibilidad, el carácter y todo aquello que se transforma en una actitud ante la vida. Si para algo sirve el arte, es para eso: para moldearnos, y, es curioso, pero mucha gente que conozco afirma que su primer contacto con una experiencia artística total (de ésas que te marcan) se remonta a la época en que compraba discos y disfrutaba a plenitud del lenguaje visual que desplegaba cada portada porque, aunque Uds. no lo crean, el trozo de papel impreso en que vienen los discos define tendencias que influyen en el mundo de la moda, del arte, del diseño, de la música y de toda la sociedad.

Por eso, entre muchas razones, resulta alarmante la rapidez con que se ha esparcido lo que hoy llamamos piratería. Cada calle, cada esquina, cada rincón de nuestras ciudades, es perfecta para el buhonero que vende copias ilegales de todo aquello que se puede reproducir digitalmente. Más allá de las implicaciones legales y económicas de este fenómeno, hay una batalla sorda que se libra en el terreno de la sensibilidad personal, y que se pierde en la medida en que al consumidor que compra un «quemadito» le importa un rábano que la calidad de la grabación sea mediocre, que su carátula venga mal impresa, que el disco no traiga las letras de las canciones ni las fotografías ni las ilustraciones de la contraportada o del interior. A alguien así tampoco le interesará tener una vida buena y confortable en una casa, en una ciudad y en un país donde las cosas estén en su puesto, sean bonitas y amables.

El disco era (y es) cultura, pero nadie se daba (ni se da) cuenta. A ver si nos vamos entendiendo.


TÚ ME ACOSTUMBRASTE

Adriana Bertorelli



Pagando al subir, mija que pa luego es tarde. Pagando al subir, doña, noooo, qué tercera edad ni que nada. Después el gobierno no me paga el subsidio. ¿Adónde? Hable más duro que no le oigo. ¡Silencio, Sabana del Blanco, Hospital de niños! y si se va a montar, móntese que allá hay un fiscal. Soy malquerido por la mujer que yo más quiero. Ay, María Luisa, tú me acostumbraste a todas estas cosas, y ahora no me hallo. Acá no hay parada mi dóctor, más alantico lo dejo, ¡que no hay parada! ¡Silencio, Sabana del Blanco, Hospital de niños! ¿No oye? Pues no, no la pongo más bajito y si no le gusta, bájese usté. Mire que de las pocas cosas democráticas que quedan en este país es el despecho, ¿sabe? Así que déjeme gozármelo en paz. Miénteme más, que me hace tu maldad, feliz, María Luisa, por eso te odio, por eso te quiero. Pagando al subir, me hacen el favor y me van enseñando el carné de estudiante. Sí, como no, si con ese tamañote tú eres estudiante, yo soy Jorge Negrete. ¡Silencio, Sabana del Blanco, Hospital de niños! Ay, si esta gente supiera, que tu retrato está colgado en el cuartico, donde yo noche tras noche te besé. No, compadre, no acepto pedigüeños en mi unidad. Es tercera vez esta quincena que se te muere la abuelita, que en paz descanse si de verdad está muerta, así que invéntate otra. Móntese mija y caminen para atrás que todavía caben. Y si no les gusta se van en taisi. Voy a mojarme los labios con agua bendita, para borrar los besos que una vez me diera tu boca maldita. María Luisa, ay, carajo, sí me dueles. La parada es allá, que si no el que se mete en peos con tránsito soy yo. Los aretes que le faltan a la luna, los tengo guardados, para hacerte un collar. Venirme a enamorar yo como un pendejo. ¡Silencio, Sabana del Blanco, Hospital de niños! Y los de atrás me hacen el favor y me dejan la amapuchadera, que esta es una unidad decente. Ay, María Luisa, cuando estábamos así tú y yo… amor sin esperanza ese es el mío. Deja la corneteadera, pásame por encima, desgraciao, ¿no ves que todo está trancao? Que no, que no lo bajo y punto. Y si no le gusta Pirela, cómprese un carro o bájese del mío. Ay, María Luisa, tan sólo un favor yo te voy a implorar, que el día de tu boda, el ave maría me dejes cantar...

RAZONES POR LAS CUALES YO NO DEBO PARTICIPAR EN ESTE NÚMERO O, ¿QUÉ VA SABER BURRO DE CHICLE?

Enrique Enriquez



- Yo soy el Aushtwitz de las melodías. Melodía que llegue a mis oídos cae muerta, fulminada por una barrera de desinterés que electrifica mis tímpanos.

- La música no ocupa ningún lugar en mi vida, en lo absoluto. (En serio, se los juro).

- ¿Cuántos de ustedes pueden decir, como yo, que no son dueños de un sólo disco? (Chúpense esa mandarina).

- Me encantaría tener un Ipod, porque el aparatico me parece una belleza. Me compraré uno el día que, en vez de música, esa gente sepa cómo meterle dentro algo útil. Por ejemplo: embutidos.

- No sé nada de música. La primera vez que vi cantar a John Secada, en televisión, pensé "pobrecito este negrito esmirriadito y sin voz." Al día siguiente el miserable se ganó el Grammy.

- No tengo CD player, no escucho nada para trabajar ni para vivir, y cada vez que Vanessa pone un disco, me pregunto por qué se empeñará en echar a perder el silencio tan bueno que había.

- Sin embargo, no me pierdo American Idol, y eso, precisamente, porque ese programa no tiene nada que ver con canto.

- No es que deteste la música. Simplemente me da igual. Si acaso, detesto el Hip Hop y el reaggaeton; y eso porque, con el Hip Hop, los negros lograron transformarse en todo lo que odiaban; y con el reaggaetón, los puertorriqueños lograron transformarse en negros. Desde que entré en IA (Irónicos Anónimos) no le encuentro la gracia a esos sentidos de la vida.

- No me gusta la idea de que dios sea un anciano en bata que vive en el cielo. Me oprime la visión horrenda del cielo convertido en un escroto infinito y peludo, que al anochecer nos muestra lunares intermitentes. (Perdón. Eso no tiene nada que ver con música, pero sentí que debía decirlo. Uno nunca sabe si los Chang organizarán alguna vez un confesionario).

- Siempre sospeché que Sandro y Raphaela Carrá eran la misma persona.

- Siempre vi el hecho de que la hija de Porfi Jiménez dirigiese las páginas culturales de uno de los periódicos más prestigiosos de Venezuela, como una comprobación de las teorías darwinianas.

- Si me llevan a un concierto, los prefiero de música de cámara, por el perfil de la audiencia. Así, me entretengo tratando de descubrir quién tiene bisoñé, hasta que el concierto acaba.

- La única ópera que he visto es la de los hermanos Marx.

- Sin embargo, considero que la ópera es una cosa extraordinaria. Por eso no voy a verla, no sea que cambie de opinión.

Todas estas razones me permiten afirmar que yo no debería estar participando en este negocio. Sin embargo aquí estoy, y como esta es una discotienda, cierro mi inventario desencajado con un cuento:

Hace un par de años estaba yo en la esquina de la sexta Avenida y calle 37, cuando vi a un taxista y a un cliente discutiendo airadamente. Eso, por supuesto, no tiene nada de extraordinario, excepto por el hecho de que en este caso, el cliente se quejaba porque no le querían cobrar, y el taxista insistía en que no aceptaría un céntimo del cliente, que resultó ser Paul McCartney. Paul McCartney le extendía al taxista unos billetes desde el asiento trasero del taxi, y el taxista decía que él no agarraba esos reales. Aquello duró unos diez minutos, hasta que el taxista zanjó la discusión diciéndole a McCartney: "Yo jamás le cobraría a usted, que ha hecho tanto por el mundo."

Y una canción:

Sebun, Sebun, Sebun, Sebun
Sebun! Sebun! Sebun!
Sebun! Sebun! Sebun!
Haruka na hoshi ga furusato da
Urutora Sebun, faitaa Sebun
Urutora Sebun, Sebun, Sebun
Susume, ginga no hate made mo
Urutora Ai de supaaku!
Sebun! Sebun! Sebun!
Sebun! Sebun! Sebun!
Moroboshi Dan no na wo karite
Urutora Sebun, hiiroo Sebun
Urutora Sebun, Sebun, Sebun
Taose, hi wo haku daikaijuu
Urutora Biimu de sutoraiku!

(El que no sepa japonés que tararee)

Abrazos


http://blog.myspace.com/enriqueenriquez

DISCO ETERNO

José Urriola C.


Debería comenzar por contarte todo desde el principio, pero como este cuento no tiene principio entonces comienzo como deberían comenzar todos los cuentos: por el final. El otro día te llevaste un disco que te recomendé, y ese disco es muy especial, tan especial que no puede estar solo. Tenemos que acompañarlo.

La primera vez que me di cuenta fue porque me quedé hasta tarde en la discotienda. Era tan tarde que hasta apagaron las luces de la calle. Estaba todo oscuro, apenas iluminado por la pantalla del equipo de sonido, con esa luz azulada e intermitente que gritaba desde el silencio eléctrico una y otra vez: NO DISC / INSERT DISC. Y yo me quedé colgado mirando a la lucecita, que me preguntaba por qué no había disco, que me suplicaba que le insertara uno. Y pensé en lo solo que está uno. En lo oscura que se pone la calle cuando uno camina solo. En lo sola que está la casa cuando uno llega tarde y la encuentra tan sola que da la sensación de que allí ni siquiera habita ya uno. En lo infinitamente solo que se siente uno cuando ni siquiera tienes a alguien para decirle: “te grabé éste disco, sé que te va a gustar”. Y entonces allí, en ese momento, la luz azulada e intermitente que pedía que le metieran un disquito se puso como acuosa, como difusa detrás del cristal de una pecera; pero no era la luz. Era yo.

Yo dije en voz alta, como si le hablara a un perro: “Ya va, pues, vamos a ponerte musiquita para acompañarnos”. Y estoy casi seguro de que la pantalla sonrió. Hizo una mueca de alivio, mostró los dientecitos luminosos como diciendo gracias. Busqué un disco, un gran disco digno del momento. Paseé la vista por los estantes sin luz, me sabía esas carátulas de memoria, me sabía perfectamente el orden alfabético, el brillo preciso del plástico de cada uno de esos discos. Agucé el oído, algo se movía entre ellos. Estuve tentado de encender la luz. Pero no. Fuera lo que fuera lo sorprendería en medio de la penumbra. Entonces sonó algo minúsculo, un sonido de cascada miniatura con el agua que corre al revés, como un derrumbe de hormigas en retroceso. Y de la nada, en medio de la oscuridad, surgió un disco. Un disco verdoso, fluorescente, con una fosforescencia apagada que emitía un resplandor ahogado desde el centro del anaquel.

Saqué al disco de su lugar y sentí su calor palpitar debajo de la yema de mis dedos. Era como un corazón tibio, como un niño hecho de pasta a quien acabaran de parir. Lo inserté en la bandeja del equipo de sonido y dejé que se lo tragara goloso. Y sonó. Sonó un disco de ensueño. Sonó el mejor disco de la historia de la música. Un disco imposible que nadie nunca pudo haber tocado ni grabado. El soundtrack de una película gloriosa que no se filmó jamás. Música para llorar a lágrima viva, sin vergüenza y en medio de la calle, simplemente porque amaneció con buen sol. Música para despedirse con un beso eterno en medio del aeropuerto sabiendo que a esa persona no la verás nunca más. Música para silbar con los amigos aún cuando las arrugas de la boca no te permitan más silbar. Música para cuando te entierren y no quieras que te lloren. Música para hacer el amor, quedarse viendo al techo y temblar un poquito, porque eso que acaba de ocurrir estuvo demasiado bueno. Música para saber, no sin vértigo, que pasará mucho tiempo antes de que vuelvas a ser tan feliz. Música como para vencer al pánico, apoyarse de la baranda e impulsarse de un salto breve. Música para volar; pero para volarse hacia adentro ¿Sabes?

Yo no pude volver a escuchar otra cosa. Como si todo lo que uno hubiera escuchado antes en la vida hubiera sido pura basura. Como si las partículas caprichosas en su laboratorio molecular hubiesen lanzado un atentado, una bomba sublime que me estallaba en medio del cerebro cada vez que pulsaba la tecla de Play. El velo se había corrido, algo había perdido definitivamente su virginidad. Música había una sola y esta toda concentrada allí. El resto no era otra cosa que mal ruido.

Y la gente seguía viniendo a la discotienda para llevarse histéricamente discos malos. A llenarse la cabeza y los oídos de basura, para cantar los pésimos estribillos de músicos mediocres, para aprender a tocar los acordes del último hit de la temporada que nadie recordaría más en un mes, a tragarse su papilla musical predigerida y regurgitada. Ninguno se merecía una recomendación. Ninguno era digno de consejo: “Toma, oye esto”. Basura son y basura se merecen. Eres lo que escuchas. Si oyes mierda, mierda eres.

Hasta que te asomaste tú. Hasta que llegaste a la tienda con tus aires de elfo, de muñequita escapada de un manga, de marciana que recién se baja de la nave y ya no se acuerda dónde la estacionó. Tus dedos iban saltando con cautelosa prudencia, casi con asco, por encima de los discos de moda, de los cantantuchos del montón; se te iluminaban los ojos cuando alguna gema escondida salía de entre el estiercolero, cuando una aguja extraña irrumpía en el pajar. Rescataste cinco discos y te viniste hasta el mostrador. Te llevabas los mejores cinco de toda la tienda, los mejores cinco discos de la ciudad. Yo dije: “qué buen gusto” y tú: “tenía tiempo buscándolos, aunque me gaste el sueldo completo me los tengo que llevar”. Y yo casi digo: “¿No quieres casarte conmigo y ser la madre de mis cachorros?”, pero no lo dije de puro cobarde que soy, pero tú sí dijiste: “Quisiera escuchar algo nuevo ¿no sabes de algo especial que me puedas recomendar?”. Y yo casi me muero; pero en cambio te dije: “Toma, te regalo esto. Es el mejor disco del universo jamás”.

Te regalé el disco absoluto, el disco perfecto. Mi disco eterno.

He pasado días pensando en esto. No he pegado el ojo en decenas de noches. He pasado lunas y soles averiguando hasta por debajo de las piedras tu nombre y señas. Imaginando lo que tú imaginarías al escuchar el disco. Imaginándome una música que ya no recuerdo. Armando con los retazos de mi mala memoria cada nota, cada acorde, cada arpegio, cada compás. Y de tanto que le he dado vueltas a todas estas vueltas, anoche las partículas -en otro afortunado ataque de impertinencia, en otro de sus sublimes ataques de autonomía- me han lanzado desde su laboratorio molecular otro disco eterno. Me lo soltaron por debajo de la puerta de la discotienda como diciendo: “Toma, para que no estén solos”.

Así que bueno, perdona, pero esto no puede ser otra cosa que una señal. El disco fue hecho para andar con otro como él. Tu disco y mi disco tienen que estar juntos, fueron concebidos para acompañarse. Me he pasado semanas armándome una película de tú y yo juntos con ese soundtrack de fondo. Cobardías aparte, aquí me tienes, listo y entregado, a ver si te animas y comenzamos a filmarla.



http://joseurriola.blogspot.com


LA BILLBOARD DEL HORROR

Joaquín Ortega


He preparado un play list -¡totalmente fuera de la realidad!- para que se regocijen en sus posibilidades. El título de cada canción es sólo un abreboca que pretende empujarles a un juego imaginativo, en donde seguramente -entre delirios y maldiciones- aparecerán en sus mentes portadas, disqueras, letras y melodías.

Con ustedes la lista de canciones y de títulos de discos que se escuchan en este momento en Radio Infierno Venezuela 66.6 F.M. Pero antes, un consejo para noveles Disk Jockeys: primero se lee el nombre de la agrupación, luego el título de la canción y por último se identifica la estación.

Catálogo internacional -in tarzanating english- from Anís Con Mortadela Records para llenar el Ipod aunque sea un ratico.

Carl Jung And The Shadows: Animus and Anima, The Ultimate Alchemist’s Burundanga.

Trío Internacional Los Bukakitos: Three Suckers Dwarfs asking: Got Milk?

Wladimiro y sus Montesinos: Video Tumbadora.

Brandon Lee And The Special Effects: ¡Pa´la Plóxima Menos Pólvola!

Carl Lewis and the Antidoppings: Running Duro Like Stoned Baralt Choro.

Maradonna: Behind the Enemy Lines or Bad Behaving By the Nose.

Danilo y sus C4´s: Machito Bum Bum!

Isaiah Rodriguez and Barbra Streisand: Songs from the Closet or Cacheteros under My Pants.

Hernancito y Las Berettas Traviesas: Tales From The Jeep.

Saddam Hussein and the Kurds Avengers: Black Tie in the Gallows Pole (Vol I).
Saddam Hussein and the Kurds Avengers: A Ticket to the Hell`s Ice Cream Factory (Vol II).

The Holy Maries And The Cupper’s T´s: Abort, Hysterectomy, Conception, Confusion, Miracle.

Maite And The Lycèe Cachapès: Pepitona´s Comadres.

Linda Loaiza and the Razors: What Justice T.S.J Made Of Sinners?

Carrera Almoina And His Big Bad Cabrón Daddy: Yes, you bastard fucking older!

Joao de Goveia`s Deadly Paintball Altamira Station Solo: Square For The Dead Housewives.

Mr. D. Cisneros: Selling Venezuela By The Pound. Featuring Jimmy “Diapers” Carter.

Fidel And His Two Asses. Featuring Hugh Rafchav, The Incredible Raped Kid From Barinas.

Hugh Rafchav: The Ritalin Chronicles (Vol I).
Hugh Rafchav: Love From The Asylum (Vol II).

Mahmoud Ahmadinejad And The Camel Lovers: Dictator By Day, Geisha By Night-

Idi Amin Dada´s: Nipple mania!

George Bush (The Senior): The Hurling Diaries.

George W. Bush (The Junior): I Swear…for my Daddy’s War.

Americo Vespucio And The Parallels: This Map Is A Crap.

Lina Rum And Iris Varella: The Rage And The Furious: Jam Sessions From The Anaorgasmic Garden Of The Hairiest Pussies.

Ana Cristina Churchs: (D.J. Fingers): The Battle of the LTD (Choirs By: Lengua, Teta and Dedo)

Aristobul Is Turizt: Black Skin, Black Credit Card, Black Future

JVR y JVRA: Father And Son. Chilean Blood Smart Asses: The Great Road Trip From Voyeurism To Self-made Fisting.

The IAFE Guys And The Great Train Robbery: Station what?

The All Pussies Opposition Hall Jazz Band: Collaboration, Contracts, Cash.

The G2´s And The Cuban Light Bulb Guys: How To Invade a Drunk Country In the Behavioral Way.

James Lusinch And The Recadis: Have A Drink On Me. Featuring Fucho Tovar, Napoleon Defit, Mario Duboy, Ludovico Silva, and Moisés Moleiro. Alive From The Hades Pub.

Darío Vivas: The Alcoholism Triumph. A Portrait of an Older Toilet Stalker.

Uncle Lucas –Also Know as “la cual acectó”, The Camouflage Trannies And Those Viagra Addicts: Learning So Fast The Ass To Mouth In Havana.

Raul Castro´s Revolution 101: Ultra Expandable Sphincter Bugarrones Nites (Vol I).
Raul Castro´s Revolution 101: Boy- Boy Barracks (Vol II).
Raul Castro´s Revolution 101: The Guantanamo Tapes: When Muslims Goes Wild. Sponsored By Choco Muslims By Corn-an-Kellogs.

Danny Ortega And Eve Morales Ensemble. Featuring “Blinky” Kirchner And Dr. Livingstone: Hello, We`re Nasty Pimps.

Evo And His Immoral Bitch Party: Sodomy In The Andean Evening (Vol I).
Evo And His Immoral Bitch Party: How To Be a Coca sexual? (Vol II).
Evo And His Immoral Bitch Party: Revenge Of The Horney Llama (Vol III)

Marc Granier And His Well Gained Karma: Bloody Bastards Robolution Quintet Meets The 1BC Eternal Stealers.

Jose Simon Escalona And The Vidal Depilating System: How To Ruin Careers Through Sexual Male Harassments And Cocaine Castings.

Hugh Rafchav And The Chewing Sildenafil Combo: I Really Don’t Know it, But I’ ll end like Ceausescu.

Al Muller Reds and His Emphysemas Trumpet Band: Missing Dates As Upper Teeth.

Venezuelan Real Whore Witches And The Santero Zamuro´s Dick: Throwing Voodoo Down The Paraplegic Boss´ Carpet.

The Dictator’s Cash Flow: Stealing, Cheating, and Laughing: Pinochet`s Method For Reds Little Reds.

The Caracas MbA`s Girls And Boys Orchestra: From Bernardino’s IESA To Frisco’s Wendy’s.

Right Wing Grandpa’s Yelling Advice: Beware of Militaries, Even If I Am One of That Bunch of Losers.

Portuman and The Jobless Butchers: There’s No Meat, But Here’s Some Heat.

Baduela Pussytronic And The Fattest Recruits: Do You Wanna See My Thong?

Mr. Pinto And The Tupis: Sniffing, Hooking, and Gambling: Toothless Outlaws Come Out From W.C.

Colombian Fagget From The OEA And The ONU’S Testicles Lickers: See No Evil, Hear No Evil…

M.C. Sicario And The Lee Harvey Oswald Redemption: The President Has Been Shot In The Head!...Cheers!

Boris Carl Orff`s: Carmona Burana: A Nightmare Before May.

Charles Gardel And The MSAS: Tango Norreico, ¡Canejo!

Luis Task On And His Gocho Style Herman Goerings: My List Is a Fist.

Jules Borg And The Believers: This Is Democracy…And My Mom Is Still Virgin, You Morons!

The Little Venice Hopeless Community or The Indio, Blanco, And Negro Mix: Help!
Brothers Somoza`s Heritage: Marimba Rumba for National Guard.

Truji Trujillo y Los Dictadores del Merengue: Tambora Putañera.

Timothy McVeigh and The Unabombers: TNT, I`m Dynamite.

August Pino Shit and The Victor Jaras Experience: No hands, no guitar, no record, no trial, no fucking nothing.

J.A Páez and The Blues Lanceros: Payara`s Lyon Funkadelic System and The Come Back Faces Parliament.

Doggie the Ghost Dog and The Purinas Recipes: Gua, Guau, Guau From The Grave.

Corky and The Delays: System of the Down.

Daniel Alvarado “The Fuyero´s Black One” and The Gaitero Liver´s Curse: Wayúu…Wayúu…Wayú think about it?

The New Romulos: Still Point Pact 2050.


http://www.joaquinortegascripts.blogspot.com

PUEDO ESTAR HORAS Y HORAS VIENDO DISCOS

Carlos Zerpa



Recuerdo mis primeros discos de vinilo allá en los 60s… “Aftermath” de los Rolling Stones fue uno de los primero que me compré cuando era muy joven… Bueno, en aquella época, a mediados de los años 60 acostumbraba a tener una alcancía en forma de “cochinito”, que llenaba de monedas. Poco a poco el cerdito engordaba y cuando llegaba el mes de diciembre, yo lo abría por debajo y sacaba el dinero, las monedas entonces eran de PLATA y en verdad valían. Gracias a esas alcancías pude desde niño y con mis ahorros comprar mis primeros discos, que lógicamente mi padre jamás me iba a comprar.

Era un verdadero placer meterme en una tienda de discos y pasarme horas viendo carátulas y escogiendo los discos que me iba a llevar.

Grupos mexicanos como: Los Hooligans (Agujetas de Color de Rosa), Los Teen Tops (La Plaga) y César Costa (Besos por Teléfono), fueron los primeros; luego este “Aftermath” de las majestades satánicas con una pieza que aun hoy en día me sigue enamorando “Going Home” que dura 11 minutos, una canción larguiiiisiiiimaaaaaaaaaaaaaaa para ese entonces. Luego compré “Flowers” también de los Stones y “Hums” de The Lovin Spoonful; también compré de Los Monkees, de Donovan, de Paul Revere & The Raiders, de The Mamas & The Papas, el de Roger the Engeneer, de The Yardbirds y el “Revolver” de Los Beatles… Compré discos de los grupos de rock Venezolanos: Los 007, Los Impala, Los Darts, Los Supersónicos y Las 4 monedas… También a Jimi Hendrix con su Foxy Lady, la banda sonora del film “Wild in the Street” con su estupenda pieza “Shape of Thing to Come” y así de COÑAZO ¡¡¡¡ZASSSS!!!!, para sacudir mi vida, mi cerebro y mi espíritu a FRANK ZAPPA y las Madres de la Invención, con sus discos "The **** of the Mothers" y en "We´re Only in it for the Money". De allí en adelante y hasta el día de hoy, (en que ya no existen las monedas de plata), mucha agua ha pasado debajo del puente y mi colección de discos, (ahora también en CDs) crece, crece y crece.

Es que de verdad, puedo estar horas y horas viendo y comprando discos.

Recuerdo hace unos meses, cuando llegué a Tijuana, Baja California en México, ciudad que limita al norte con San Diego y fui a una tienda en la calle Revolución que vende discos de vinilo y CD usados y me puse a revisar y revisar... Como ya les dije antes, puedo estar horas y horas… Hasta días enteros sin parar viendo discos, en verdad eso me encanta.

De pronto entre cientos de álbumes, encontré dentro de una funda plástica, el disco del Sgt. Peppers de los Beatles, nuevecito y con su carátula en perfecto estado y adentro los “cut out” que diseñó el artista ingles Peter Blake.

El “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band”, es considerado hoy en día, no sólo como el trabajo de mayor importancia realizado por los Beatles, sino como uno de los mejores disco de Rock de todos los tiempos, un digno ejemplo de la cultura psicodélica de finales de los sesenta: cabellos muy largos, barbas, gurús, collares de colores, flores, paz, amor, inciensos, LSD, caleidoscopios, marihuana, revolución y psicodelia… Además el Sgt. Pepper fue uno de los primeros discos plegables y de hecho fue el primero en reproducir los textos, las letras, las líricas de las canciones en la contraportada.

Incluyó además, un juego de recortables de cartón, un bigote, galones de sargento, dos insignias, una tarjeta y un recortable de sobremesa con los Beatles como banda del Sgt. Pepper.

Supe que en 1991 las revistas Rolling Stone y Mojo realizaron números especiales para resaltar “las 100 mejores portadas de discos del mundo”; un jurado investigador formado por ciento cincuenta diseñadores visuales, fotógrafos, art. directors, creativos y críticos, seleccionó esas 100 carátulas y eligió entre ellas como la más importante, como la mejor portada de todos los tiempos a la del “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, creada por el artista pop inglés Peter Blake… Lo más curioso es que en los 150 listados, como si se hubiesen puesto de acuerdo, todos los encuestados habían escrito de primero en las listas el nombre de este álbum, el mismo que tenía aquí entre mis manos y el cual miraba atónito, con un precio marcado de 50... Cincuenta dólares me dije, no es costoso, pero 50 dólares por un disco de vinilo son 50 dólares, aunque sé que este disco es una joyita y una pieza difícil de colección… Así que lo llevé a la caja para pagarlo, junto con dos CD usados de Frank Zappa que yo si tenía en vinilo pero no en CD... (“Crusing with Ruben and the jeans” y “Sheik Yerbuti”).

Al pagarle al punk de la registradora, me dijo que eran en total 150 pesos por todo, o sean quince dólares, lo que quería decir que el disco del Sargento Pimienta NO costaba 50 dólares como yo pensaba si no tan solo 5 dólares, corrí entonces a buscar otro vinilo que había visto, el del “Magical Mistery Tour”, que tenía aún adentro el folleto de varias paginas con fotos a todo color de los cuatro de Liverpool y lo compré también a 5 dólares...

¡Qué maravilla!, dos más del ZAPPA y dos de estas reliquias de arqueología contemporánea. ¡¡¡¡¡¡¡Guauuuu!!!!!!! Dios existe sin dudas.

Sabiendo que ese era un gran día, salí de la tienda cantando a grito herido y lleno de júbilo.


Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band,
Sit back and let the evening go
Sgt. Pepper's lonely,
Sgt. Pepper's lonely,
Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band…


jueves, 8 de marzo de 2007

MÚSICA, HISTORIA, REMEMBRANZAS Y SENTIMIENTOS

Juan Zamora



La música en la historia

Nietzsche decía que: “Sin música la vida sería un error” Y no se equivocaba, por eso es que la música ha existido desde un principio.

“En el principio, Dios creó los cielos y la tierra”

Estoy seguro de que en el proceso de la creación, Dios tenía dispuesto un gran equipo de sonido, el cual le ayudaba a inspirarse (en Griego, música significa “El arte de las musas”).

De todo ese aparataje, compuesto por cornetas, subwoofers, twister, parlantes, buffers, amplificador y reproductor de CD, salía la música de Igor Stravinsky. Sí, la misma que utilizó Disney en la película Fantasía. Eso no fue una idea original, digo, la de Disney. En esa cinta, simplemente se reprodujo o más bien, se hizo una representación de los hechos.

Mientras sonaba “La Consagración de la Primavera”, Dios creaba suelos, vegetación, mares, ríos y nubes. Una vez concluida esta parte, buscó dentro de su estuche de CD’s y extrajo uno de música Celta; lo puso a sonar, sacó sus barras de plastilina de colores y comenzó a moldear Ardillas, Venados, Conejitos, Mariposas y Pajaritos.

Cuando hizo al hombre y a la mujer, seguramente estaba escuchando a Barry White. Luego puso unos valses vieneses, algunos alimentos al alcance de la recién creada y linda parejita, y se retiró a descansar.

Recostado en su lecho, de la mesita de noche sacó un MP3, se colocó los audífonos y oyendo al buen Bob Marley, se quedó dormido.

En eso, llegó La Serpiente reptando, con su I-pod a cuestas y escuchando la música de Los Rolling Stone (“Simpatía por el Diablo”, quizás...); se quedó observando al hombre que yacía plácido y sereno sobre la hierba, y a la afanosa e inquieta mujer buscando qué hacer.

Mostrando la bífida lengua y sus filosos colmillos, se relamía de gusto, pensando que era su oportunidad; éste era el momento preciso para crear caos, confusión y crisis.

Cambió el CD que Diosito había dejado puesto, y en su lugar comenzó a sonar un Reggaetón. Ese fue el comienzo del fin. Aquel impúdico reptil le enseñó a la mujer, lo que era el “Perreo”, el “Mamboteo” y el “Jamaqueo”.

Cuando el hombre se percató de aquella manzana meneándose en frente de él, perdió toda cordura, inteligencia y razón. El resto, es historia harto conocida.

Como verán, la música siempre ha estado presente. Nos ha acompañado desde el principio y sigue allí; omnipresente, mística, envolvente e inefable.

John Willliams, músico y compositor Estadounidense, fue quien musicalizó la era prehistórica. Plasmó tan claramente esa época en su música, que tiempo después fue utilizada en “Jurassic Park”. Tan versátil es este señor que incluso fue requerido en el futuro para ponerle “musiquita” a la “Guerra de las Galaxias” (Star Wars).

No importa qué tan adelante o hacia atrás nos movamos en la historia, ni en qué lugar de la tierra nos encontremos; igual siempre habrá música.

En la historia Norteamericana, observamos que ellos, siempre libraban sus batallas con un tambor redoblante y una flauta a la mano. Si nos referimos a la nuestra y aunque no estoy muy seguro de esto; posiblemente Bolívar, Rivas y Zamora, hacían sonar música de Alí Primera o de Silvio Rodríguez, cuando entraban en combate.

En la época de la esclavitud, en el Norte, a la gente traída del continente Africano, convencidos a punta de garrote de que eso era lo mejor para ellos, escuchaban a Ray Charles, a B. B. King, a Bessie Smith, a Louis Armstrong y a Quincy Jones. A los de acá, los dejaban escuchar a “Tambor Urbano” los domingos por la tarde.

En Suramérica, las festividades de los aborígenes, eran amenizadas por El Indio Araucano, Los Indios Tabajaras, Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa.

Por estos lados, la cosa era distinta. Cristóbal Colón no sabía de música, pero los que vinieron con él, llegaron tocándole el “órgano” a las pobres indiecitas.

Actualmente, el líder del Norte se la pasa tocando los “Tambores de Guerra” En cambio aquí, en nuestro suelo patrio… cada domingo nos hablan de historia y nos cantan algo (¡qué bueno!).

Remembranzas musicales

"El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos."

Esta cita de Oscar Wilde, nos trae a algo inevitable, casi toda vez que escuchamos música: Remembranzas.

La música del “Zorro” me recuerda a mi abuela. Esa era la hora en que me traía mi arepa frita y mi tortilla para merendar frente a la TV, mientras veía al enmascarado trajeado de negro y a su fiel “Tornado”, escapar del Sargento García y del Capitán Monasterios.

La música del “Llanero Solitario” me indicaba que era hora de almorzar; y la de “Meteoro”, que tenía que apurarme con la tarea. La del “Exorcista” sonaba cada vez que venía mi mamá con la correa y la del “Avispón Verde”, marcaba mi veloz huida.

Pablo Milanes marcó por un tiempo mi adolescencia. Comenzando la secundaria, salí a marchar en una oportunidad, lanzando vítores y loas al “Ché” y a “Fidel”. Pero eso duró hasta que un “compañero barbudo” que ya estaba por graduarse, me dio un valiosísimo consejo: “No comas mierda”.

Siento con la música

Según Arthur Schopenhauer, filósofo Alemán: “En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.”

Música, siempre música señores, estamos rodeados de música ¡Somos música!

Al igual que los Pingüinos Emperadores, nosotros también tenemos nuestra “canción del corazón”, y no sólo para conseguir pareja; también tenemos una para cada ocasión. En mi caso, por ejemplo:

Cuando me enamoré perdidamente y sin remedio, la canción que sonaba era “Sunshine Reggae” de Laid Back. Sin embargo, superados los primeros veinte años y bien adentrados ya en la tanda de los segundos veinte (¡100 % optimismo!) la música que suena es “Tu amor me hace bien” de Marc Anthony.

Cuando pienso en mi hija, lo hago con “No Woman, no cry” de Bob Marley.

Mozart, Bach, Beethoven y Strauss, están siempre prestos a relajarme. Marley, Tosh, Steel Pulse y Black Uhuru, hacen lo propio, pero además me animan a seguir.

Van Halen, Black Sabbath, Limp Bizkit, Papa Roach, Korn, System Of A Down, Mudvayne y Metallica, me recuerdan que existen los Vampiros y los Hombres Lobo.

Sabina, Fito, Facundo y Serrat, para cuando estoy triste.

Es mucha y muy variada la música que escucho. Así como las cosas que siento a través ella; pero hablar de ello, serían notas de otro pentagrama.

Quiero dejarles, para terminar, un par de citas más que conseguí y que no tienen desperdicio:

"En verdad, si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco."
Tchaikovski

"No basta con oír la música; además, hay que verla."
Stravinski


http://lemuriosidades.blogspot.com

"MUSICALMENTE CRITICANDO"

Sergio Márquez



...Vienbenidos una ves más a su espasio de crítica musical llamado “Musicalmente criticando”, trasmitido como siempre por su radio endójena y partisipativa “La Vos del Casique Terepaima”, mi nombre es Chelenín Calcaño, y el día de hoy ceré como siempre su anfintrión. Hoy dedicarenos nuestro espasio de crítica musical a dos de lo discos más representativos de la música del rock, los cuales son “Bésame y suisídate” del excelente grupo nasional “Sapato 3” y “Repreción Latinoamericana” de la lejendaria banda de rocks nasional “Arkángel”. Comenzemos con lo primero y prinsipal, como lo es una agrupasión mitológica como lo es la de Arkángel. En este elepé, la jente de Arkángel yega a unos nibeles realmente duros del rocanrol metal, con Pol Guillmann, el cantante y líder indiscutible de la banda y camarada también, haciendo gala de unas voces de berdad que bien poderosas, sobre todo en los temas como son el tema que le da el nombre a esta placa, que se llama Repreción Latinoamericana, donde la letra dice cosas bien combatibas, como esta por egemplo, escuchen: “...Paíces pobres que lo gastan todo en harmas mortales / Lideres cobardez al servisio de potensias mundiales / Para los jóbenes hay orldenes estritas / Son er futuro y no se lo permitan / Repreción en toda américa latina / Repreción es nuestra erencia mas jantigua...” Brutal mano, brutal, tenía que ser Arkángel, como siempre con los hermanos Yancarlo y Yoryio Picozzi hasiendo un buen trabajo en la guitarra y en la vatería, la fórmula que sale es música de verdad de protesta cabilla dirijida para las nuebas masas de generasiones de patriotas bolibarianos que de verdad creen de que un ombre nuebo es posible, con sus letras como la de “Ni plata ni relijión” o “Lo gusanos del poder”, donde reflejan la filosofía comunitaria y la necesidad de que el metal se conbierta en el hinno de lucha y en espersión de esa ravia de los olbidados y marjinados por el neocapitalismo salvage del mundo. Les recuerdo que estás en sintonía de “La Vos del Casique Terepaima”, la radio endójena y partisipativa de la jubentud megarebolucionaria del terser milenio. El procsimo disco del que bamos a hablar la noche de hoy, es el disco que les dije antes del grupo de roc “Sapato 3”, “Bésame y siusídate”, en este caso, a pezar que la bamda es bien buena, se nota la decesperasión creada por la alienasión con el imperio que sufrem esto muchachos, es como que es rock pero una cosa como de mentira, porque ce be que ellos están bien atormentado cuando uno escucha temas como “Pantaletas negra” u “Uñas acesinas”, que la letra dice así: “...Y pensar que me quieres matar, que con tus uñas tu me vas a asesinar, y pensar que tu no eras asi asi asi...ooohhh...tu y yo que va...” Aquí ce ve claramente como lo ermanitos Cegura y sobre todo el tal Fernando Vatoni, están influenciados por el curto de los iluminati y por la adoración de lo falsos ídolos del dinero y el cexo y la drogadidsión... Bueno camaraditas, grasias y hasta aquí nuestra crítica musical en tu espasio para la discusión siempre de los melómano, “Musicalmente criticando”, hasta una prósima oportunidad y acuerdensen: ¡Sufisiente Roc, Sufisiente Pátria y Sufisiente Muelte!.... ¡Sufisiente, sufisiente, sufisiente!...


http://enemigomalo.blogspot.com

MÚSICA EN POLVOS

Fedosy Santaella



Escuchar a Django Reinhardt es como tirarse a Edith Piaf en el brumoso baño de un bar, mientras afuera los gitanos ahorcan a los locos subidos a una mesa de tres patas.

Escuchar a Sabina es como montarse a una puta borracha llamada Magdalena y que posiblemente te vomite cuando estés a punto de caramelo.

Escuchar a Jorge Drexler es como coronarse con la del vestidito violeta que cabe todo en una nuez.

Escuchar a Calamaro es como tirarse a Angelina Jolie mientras una amiguita suya vestida de colegiala nos observa tocándose la campanita de los cielos por encima de la pantaleta.

Escuchar a Fito es como revolcarse con una actriz loca de bolas que empieza a temblar y botar espuma por la boca, gritando que la poseyeron los mil demonios de Abra Melin.

Escuchar a Charlie es como lanzarse empericado de un edificio de mil pisos a una piscina de hotel mientras una grupie todo pintada con aerosoles y aerógrafos intenta parártelo a fuerza de chupeteos y masturbaciones frenéticas.

Escuchar a Café Tacuba es como tener un revolcón con la actriz porno Mercedes, acompañados de unos mariachis mariguaneados (y mexicanos de verdad verdad) tocando al fondo.

Escuchar a Frank Sinatra es como echar un polvo con Marilyn Monroe en el viejo Sands de Las Vegas, mientras los ebrios del Rat Pack te tocan la puerta, nada más por joder.

Escuchar a los Beatles es como entregarse al delirio de veinte quinceañeras histéricas y nínfulas en una habitación del Hilton... sin Yoko Ono, por supuesto.

Escuchar a Tom Waits es como metérsela borracho a una borracha de las historias de Bukowski en la parte de atrás de un carro abandonado en mitad de una carretera de Detroit.

Escuchar a Madredeus es soplarse a la mismísima Teresa Salgueiro mientras te pasa por la espalda una rosa con el tallo lleno de espinas.

Escuchar a Radio Head es como darle a Melphi, la siquiatra de Tony Soprano, luego de haberte metido un par de pepas de Lexotanil y sabiendo que Tony está a punto de llegar.

Escuchar a Cream es como zumbarse a una hippie depilada y en ácidos en la granja de Charles Manson.

Escuchar a The Who es como zumbarse a dos hippies depiladas y en ácidos en la casa de Sharon Tate.

Escuchar a Led Zepellin es como coger con tres hippies (éstas bien peludas y sin depilar) dentro de un dirigible que se desinfla y cae a toda velocidad sobre un campo lleno de hongos alucinógenos.

Escuchar a Nino Bravo es como darle matarile a una galleguita platinada (raíces con el color original al descubierto) en la trastienda de la tasca de su papá en Chacao.

Escuchar a Durán a Durán es como darse duro con Barbarella, totalmente en pelotas pero sin quitarte los zapatos (mocasines blancos han de ser).

Escuchar Painted in Black (sólo este tema de los Rollins) es como darle por el culo a Jackie Brown, o mejor dicho a Pam Grier en sus mejores años.

Escuchar a Marilyn Manson es como darse en un camerino con las tres mami-brujitas de Charmed (principalmente a la Milano), mientras afuera el mismo Marilyn asesina a cuchilladas al rodie más pendejo de la gira y pela el rabo para que el que pase le apague un cigarrillo en el ojete.

Escuchar a Génesis (con Peter Gabriel) es como fornicar (sí, fornicar) con una Lamia que ha tomado la forma de Asia Carrera sobre un banquito de un parque inglés una mañana sin lluvia.

Escuchar a David Bowie es como arriesgarse con una modelo anoréxica y ociosa, que no piensa sino en el momento en que te va a meter el dedo en el culo.

Y así vamos, amigos, escuchando música y echando polvos… más nada.


www.fedosysantaella.blogspot.com

GOD SAVE THE QUEEN

Gustavo Valle


Pingüino llegó con su Fender a eso de las cinco, cuando Dalila estaba arriba pinchándose y yo recién salía del baño con mi cresta impecable y un imperdible de acero en mi oreja izquierda. La casa estaba sola (papá se había muerto hacía años y mamá estaba tomando el té donde unas amigas).

Enchufamos el micrófono, la Fender y el reproductor con la pista, y más tarde bajó Dalila dando tumbos, arrastrando un aire de loca, más linda que nunca. Tenía esos pantalones negros y rotos que me encantaban y se deslizó como una geisha posnuclear con sus pelos dinamitados. Pingüino se quedó viendo fijamente no sé si sus pelos o su culo redondito, y a mí no me gustó eso y le dije: “vamos a darle, vamos a darle”, y le pasé el cuaderno donde yo había escrito la letra:

Suicidio colectivo
Aplastar las ilusiones
Escupir los corazones
Alivio vengativo


Le encantó. Me dijo (textualmente) que allí había un ser humano en busca de su redención. Pero Dalila fue brutal: “podrías ser menos cursi, ¿no?”, y ese ¿no? me liquidó: odié por un momento su estilo misterioso y quise olvidar para siempre su cara de pirómana pero no pude. Nunca pude.

-Arranca, me dijo Pingüino. Ya sabes: voz ronca, voz ronca.

Yo siempre quise pararme frente a un estadio repleto de gente y poner a vibrar a las chicas. Crecí con la imagen de las japonesas que se arrancaban los pelos y lloraban como hienas escuchando a Lennon y McCarthy. Y es que si todo salía bien y a Pingüino le gustaba mi voz, yo podía sustituir a Pablo Dagnino en los micrófonos de Sentimiento Muerto. Y ser el cantante de Sentimiento Muerto me iba a garantizar el amor de Dalila.

La Fender de Pingüino sonaba durísimo y yo cantaba con la voz lo más ronca que podía:

Suicidio colectivo
Aplastar las ilusiones
Escupir los corazones
Alivio vengativo


Agarraba el micrófono como si fuera la balsa de la medusa y daba unos saltos tremendos con las piernas extendidas. Repetí la estrofa más de cinco veces y añadí otras piruetas. Pero al rato Pingüino comenzó a hacerme unas señas raras (él siempre fue medio raro), y algo quería decirme con sus dedos. Pensé que me estaba pidiendo que improvisara, ¡improvisa!, creí ver en sus gestos incomprensibles, y me lancé:

Colguemos al papa
Matemos presidentes
Prendidos a la solapa
Llevo tus dientes.


Me animé. Subí el volumen del amplificador. El woffer estaba a punto de reventar y toda la casa vibraba como si tuviera corriente.

¿Y Dalila? Dalila estaba en otra cosa, o en otro planeta, con los ojos imantados en un imperdible de su chaleco parecía no escuchar nada.

Entonces Pingüino dejó caer con violencia la Fender, bajó el volumen de la pista y yo quedé solo cantando en el vacío.

-¡Basta, basta, basta!, dijo Pingüino… ¡Basta!, repitió. Dejé de cantar, hubo un silencio largo y luego dijo: la letra es excelente, tiene potencia, allí hay un ser oprimido que lucha por…, pero tu voz… tu voz…

-¿Mi voz qué?

-Tu voz es una mierda, me arrojó Dalila.

-Bueno, no tanto -atajó Pingüino- pero es demasiado dulce, muy melódica… no sé... Yo pensé en ti, pero quizás sea mejor pensar en tus letras y buscar otra voz. Tus letras podemos potenciarlas con una voz que llegue a los huesos, de esas que hacen que el mundo desaparezca.

Aquello fue un coitus interruptus. Yo creía que éramos una máquina más o menos aceitada: pista, Fender y mi voz bien ronca.Pero Pingüino era un músico famoso y yo apenas un carajito disfrazado de punk. Así que no dije nada.

-En realidad no es mala tu voz -quiso arreglar Pingüino al ver mi cara-, tu voz tiene color (no sé qué quiso decir con eso) No es que no sirva, sino que para cantar punk hay que… y se quedó buscando la palabra adecuada “hay que… hay que…”, hasta que finalmente encontró, no la palabra sino otra cosa y dijo: -A ver Dalila inténtalo tú. Y sin sorprenderse ni un poquito, Dalila se deslizó como una Matahari, como una cobra de la india hasta el micrófono. Pingüino me arrancó de las manos mi cuaderno y se lo dio a Dalila. Entró la pista, sonó la Fender y después vino la voz.
No se cómo explicarlo, pero de pronto toda la casa se elevó diez o quince centímetros del suelo. Los adornitos de las paredes, las flautas de Machu Picchu, los sebucanes polvorientos, parecían metidos en una nube narcotizada. Sé que no es propio de un punk decir “narcotizada” pero en ese momento algo como la menta recorrió mis venas. Allí estaba Dalila, totalmente inexpresiva, con la cara más pálida que nunca y su boca apenas abierta, sin moverse casi, emitiendo sonidos hondos y extraños. Más que cantar, parecía que hablaba, hablaba fantasmalmente, hasta daba miedo. Yo sentí que algo parecido a la capa de Drácula envolvió la casa y nos metió a todos en su vientre.

Pingüino estaba en éxtasis y puso cara de haberse fumado todos los porros de la Calle C del Valle. Yo lo veía (lo vi después de salir de mi propio transe) y vi que sus labios seguían los labios de Dalila como un sordomudo enamorado:

Matemos al papa
Besemos la serpiente
Un nido de ratas
Inunda mi mente


Pero la voz de Dalila se hacía cada vez más profunda, más honda. Se iba escondiendo dentro de su cuerpo y en vez de salir de su boca parecía que entraba y se encerraba. Con el micrófono agarrado como un lirio, Dalila se fue extinguiendo lentamente. Algo como una tormenta de arena le cayó encima y la fue cubriendo poco a poco. Al final, con apenas un hilo de voz, Dalila se derrumbó sobre el suelo, no con la consistencia de un cuerpo sino como si estuviera hecha de una seda ligerísima. Pingüino se quitó la Fender de encima y fue el primero en socorrerla. Le aplicó unos violentos masajes en el pecho y después unió su boca de ardilla con la hermosa boca de Dalila para darle aire. Este beso de auxilio fue largísimo, duró horas y horas. Yo sólo alcancé a quedarme al lado de ella, agarrando su mano huesuda, acariciando sus pelos, hasta que llegó la ambulancia.

Un mes después Pingüino y yo nos fuimos a Coco´s. Me pasó buscando en su Maverick dorado, y abrimos dos o tres latas de cerveza mientras rodábamos. En todo el trayecto no nos dijimos ni pío, ni siquiera mencionamos lo de Dalila. Pero ella estaba con nosotros. Colgada en algún lugar del espacio-tiempo, Dalila estaba allí. No la veíamos pero estaba allí, sentada en el centro del largo asiento delantero, entre Pingüino y yo, encargada de la música.

Ya en la entrada de la disco se escuchaba la voz ronca de Johnny Rotten cantando God save the Queen. Adentro todo estaba oscurísimo y apenas se distinguían las caras de la gente con las paredes y los peinados. Pingüino se fue a saludar a unos amigos y yo me quedé solo al lado de la barra. Pedí una cerveza y me puse bailar con los ojos cerrados largo rato. Mas tarde apareció Pingüino con un tipo con chaleco y los pelos cortados con navaja. “Pablo -le dijo Pingüino-, este el chamo de que te hablé”. Y Pablo Danigno me dio una palmada en el hombro y me dijo: “así que tu eres el que quería serrucharme el puesto”. Y yo le dije que no, qué va Pablo (me puse nervioso) esas son vainas de Pingüino que siempre quiere montar bandas nuevas. Pero Pablo Dagnino no me escuchó o no entendió lo que le dije, y siguió de largo hasta que la oscuridad o las chicas se lo tragaron.

TREINTA Y TRES ENTRE TRES

José Javier Rojas



Para el Fósforo con su clave doble bombo, Enrique sin su bajo (robado) y Echeto con su kit de emergencia para melómanos

No son once. Son treinta y tres entre tres. Esto es, treinta y tres años ininterrumpidos, que no son pocos, trabajando en equipo. Mantener un equipo cohesionado y productivo tanto tiempo es una hazaña. Más si de hacer música se trata, porque ya saben, los músicos andan muy a su ritmo, por su lado salvaje de la calle. Si no me creen pregúntenle a Sting, que se reúne él con sus compañeros, precisamente treinta años después de haberse ido él con la música y su ego tántrico a otro lado. Sin poses de portada, sin divos filantrópicos en los trópicos, sin tanto aspaviento de rock star, el trío canadiense Rush es una catedral de rock progresivo: no es música pavita para jevitas, como dice Les Claypool, el bajista y loco de cabecera de Primus, fan convicto y confeso que trató infructuosamente de ligar nenas en el cole poniéndoles la música que lo estremecía, pero que a ellas les parecía pomposa. Las cheerleaders podrán ser refractarias a sus canciones, que no dudarán en llamar pretenciosas pero ni siquiera ellas pueden negar que Rush toca como nadie antes conocido, y que son imitados y seguidos por una legión, que después de ellos, les siguen a lo lejos y con la lengua afuera para llevarles el trote.

Estos embajadores culturales de Canadá, así reconocidos oficialmente por el estado, no se han transado con modas ni con mercados, y por eso su obra es vigente y atemporal. No hay arreglos, técnicas de grabación ni instrumentos que los delaten, por eso no suenan a esta década o a aquella. Son treinta y tres años sonando estrictamente a ellos, y de qué forma. Para verificarlo, pueden revisar R30, el DVD de su gira trigésimo aniversario que grabaron en Hamburgo en 2004, que incluye además entrevistas y material de archivo incunable. Como regalo del Día del Enamorado atrasado (el día, no el enamorado), las amantes de geeks, nerdos y demás ingenieros se pueden reivindicar regalando el DVD 3X Replays, que es una edición de lujo que recoge en digital los conciertos de Montreal 1981, Toronto 1989 y Birmighan de 1988. Pero si además quieren que su amado les construya un Taj Mahal o recoja su reguero eterno en eterno agradecimiento por tanta magnanimidad melómana, complete el pack de esta cajita feliz de Rush con el DVD Rush in Rio, con los fanáticos brasileños cantando los temas instrumentales de la banda (hay que verlo para entenderlo).

Ahora, si son realmente escrupulosas y exhaustivas, le pueden regalar a su gallo gallardo además los tres diarios de viaje que ha escrito el baterista (que es el ilustrado letrado letrista de la banda) recorriendo los caminos de varios continentes, luego de perder a su esposa y a su hija (es un regalo medio morboso, que conste, pero hay fans y los fans de Rush parecemos sacados de los Expedientes X): Ghost Rider: Travels on the healing road, The masked rider: Cycling in West Africa y Traveling Music: The soundtrack to my life and times.

Si tan sólo alguna vez vinieran a tocar en el Poliedro, y usted le comprara esa entrada dorada al reino, pues la felicidad sería perfecta: la mujer perfecta, el grupo perfecto, el momento perfecto… Piense en todas las veces que él la ha llevado a usted a ver a Arjona, Maná o a Olga Tañón y verá que es poco pago para tanto sacrificio.

VUELVO A ELLAS

Fósforo Sequera



Realidades sonoras que convergen sin hacerse daño una a la otra. Algunos mundos envueltos en papel celofán reposan como esperando por ser descubiertos. Otros, menos inexplorados, gozan de toda la gama de mapas y señales para llegar hasta ellos. Sin embargo, me paseo por casi todos ellos, hurgo en cada una de sus particularidades y trato de sumergirme en cada uno de los detalles que van mostrando, donde trato de encontrar paisajes novedosos, aportes sin temor, virtuosismo o lirismo, en fin, mensajes que puedan traspasar las fronteras de mis gustos para quedarse a vivir de manera eterna. Siempre resulta grato volver allí, recorrer una y otra vez todas las posibilidades que pueden asomarse en aquellos balcones pequeños, a veces llenos de colorido, de magia, de encanto, donde cada cultura monta sus tarantines y hace sus muy peculiares ferias, donde emergen voces matizadas con tierra de cada continente, bañada de agua de ríos y mares, alimentada de frutas tropicales, de selvas, desiertos, montañas o playas.

Pese a todos los barcos que navegan con banderas negras y con una calavera dibujada en su centro, siempre es un buen lugar para ir descubriendo nuevas rutas, sobre todo si te dan la libertad de ir explorando, palmo a palmo, cada uno de sus rincones, escalar los estantes cual alpinista y entrar a los escondites donde los sonidos hacen sus reuniones secretas, donde la pureza puede ser vista sin pudor alguno, pero el mestizaje también se muestra sin complejos.

Algunas tienen sus fortalezas, por eso uno vuelve gustoso a ellas, sobre todo cuando quien la regenta tiene la capacidad de darnos la sorpresa con algo novedoso, original, creativo, o bien con algo que tenga la suficiente cuota de trascendencia necesaria. A través del tic tac he conocido muchas, en lugares diversos, pero uno siempre regresa a aquellas que saben resguardar el verdadero valor de las notas y los silencios, aquellas que respetan el origen y las formas predominantes en cada sonoridad. Para ello es necesario conocer lo que se tiene, así como conocer a quien acude a ellas en procura de aquellas notas que se propagan a través del aire. De modo que uno se vuelve un miembro de la casa en el momento en que quien atiende logra apartar un sector de la memoria para almacenar lo que cautiva a cada uno de los que entran a acariciar sus oídos. Y eso, en menesteres como este, tiene una alta estima en el gusto del melómano comprador.

Uno sueña con la ideal, con aquella que, aparte de una interesante oferta sonora, pueda brindar el espacio para que el aroma del café sea cómplice en el sabroso debate entre comprar un disco de Monk o una obra de Claude Debussy, donde el oído pueda sentarse cómodamente a disfrutar lirismo de Bill Evans o el vuelo vertiginoso de un Chucho Valdés, donde las corcheas y fusas se abrazan con los silencios con amabilidad y cortesía, donde la diversidad es tan amplia que se puede ir desde París hasta Venezuela sin necesidad de un Airbus, donde la libertad de escoger sea una decisión voluntaria y no una imposición producto de la moda del momento, donde cada producción evita el falso maquillaje y las ropas de pasarela para vestirse como mejor le plazca, comodamente, mostrándose más natural.

Y más allá de eso, sueño con tener una de estas, cálida, llena de detalles, donde pueda resistir los embates de los Morgan o Drake del presente gracias a la presencia de invitados permanentes como Veloso, Coltrane, Monk, Valdés, Torrealba, Palmieri, y muchos otros que no pasan por la tostadora, donde la música tenga siempre el papel protagónico en todo el show, como siempre debe ser.

Existen muchas, distribuidas por todo el globo terráqueo. Resulta grato volver a ellas, al encuentro con diversas realidades sonoras que viajan cual saetas a través del aire. . .


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INQUISICIÓN DISCOGRÁFICA

Javier Miranda-Luque



“Arde lo que será”
(Juana Salabert)


Yúnior Torquemada entra al seminario en plena década de los ochenta, cuando a Donna Summer, la diosa de ébano de la disco-music, se le acusaba de ser un robot alemán, una drag queen neoyorquina, una barbie afroamericana que(en)canta merced a un maleficio vudú o todas las anteriores.

Pero Donna Summer (“Rosquilla Verano” como le dicen castizamente en España), vino, vio y venció en el Poliedro de Caracas y en Sábado Sensacional, transmitido por el canal 4 de Venevisión, tele-emisión que Yunior Torquemada oteó desde la cocina del seminario de Los Teques, atapuzándose de tequeños creole.

La indigestión y el odio asqueroso a Donna Summer resultaron indisolubles, cual reacción de puto perro pavliano en la psique perturbada de Yúnior Torquemada. Durante esa larga y líquida madrugada con el culo adherido a la poceta del único baño colectivo, el hermano Yúnior se juró a sí mismo dedicar su vida y estertores a combatir el demonio y malignidades de engendros como esa oscura Donna Summer y sus secuaces musicales.

La sede principal de la discotienda Chang está ubicada en la avenida Casanova, diagonal al Club del Baco (a quien los chinitos color mostaza adulterada proveen todos los éxitos musicales con los que ¿bailan? las artistas obesas del show trasnochado y delirante). Son las 4:40 de la madrugada que fronteriza el domingo con el lunes odiosísimo y recalcitrante. Torquemada y sus ©Cofrades del Canto Gregoriano Omnia Vincit (ataviados con sus máscaras antigases y sus sotanas color mierda fresca de tejido no inflamable), inician el incendio de la discotienda impía, al calor del oratorio de anatemas consabidas.

—Pecados arden en las pailas del fuego eterno.

—Y con ellos las orejas pecadoras.

—El fuego limpia hasta el sonido impuro.

—Y lo destierra directo al averno.

A cada cual con su propio infierno, los CD’s se incendian diferente de las negras tortas de acetato que semejan casabe chamuscado. Los discompactos chisporrotean con un inspirado fulgor hermosísimo (diríase místico) y se deforman metamorfoseándose en bizarras esculturas demoníacas. Los LP’s asfixian con su negro humo negro y su hediondez a azufre, perfume de Belcebú en nuestro planeta.

El inventario (top ten hit list) de la excelsa discografía que alimenta la prehistórica hoguera ritual incluye:

-©Sigmund’s Son: orquesta vienesa de salsa latina que fusiona la percusión caribe con el clavecín, el oboe y el fagot. Acompañamiento coral de barítonos y mezzosopranos. Purita alucinación sonora que sana (sana, culito de rana) los trastornos neuromotores. (Catálogo de musicoterapia newage).

-©El brazo de Picasso: jazz cubista para melómanos con percepción auditiva alterada (Catálogo de neojazz orweliano).

-©El pipí de Dalí: incontinencia sonora absolutamente inclasificable. Los expertos no logran ponerse de acuerdo si es música dodecafónica o de cualquier otra especie (Catálogo alienígena).

-©Perras místicas en celo delirante: coros gospelianos (Catálogo pornosound).

-©El doctor Rafael y su Caldera de Brillantina: banda copeyana de delfines amaestrados (Catálogo jurásico).

-©La nariz de Matisse: música para pintar adoptada por el Círculo de Bellas Artes (Catálogo impresionista).

-©La herida de Frida: tech-mex unpluged (Catálogo al sur del Río cada vez más Grande ¿igual que Guaire caraqueño, ño?)

-©El falo de Kahlo: rock de talento nacional electroacústico (Catálogo homenajes centenarios).

-©La polla de Goya: grabado en directo, la actriz ibérica Maribel Verdú canta desnuda ante “la maja” pictórica (Colección Viagra).

-©LA BARRA ARRABAL: palíndromo acústico (Catálogo pánico)

Torquemada y sus cofrades no tienen descanso en su magna obra (©Opus Magni). Aún quedan tantas discotiendas para incendiar en el mundo, rescatando, eso sí, las obras maestras del Canto Gregoriano, a saber: “Dominus”; “Puer Natus Est”; “Victimae Paschali Laudes”; “Gaudeamus” y la incombustible “Resurrexi”.

Perdonen el proselitismo, pero el fraile Yúnior Torquemada requiere reclutar nuevos miembros para su congregación. Así que los piromaniacos disponibles pueden pulsar a continuación:

www.fuegoteabsolvo.apocalipsisya


Recompensa: ¿la eternidad?


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COLECCIÓN CD´S “COMO LA VIDA MISMA”

Maria Dolores Torres



A la venta exclusivamente en la Discotienda de los Hermanos Chang...

- Sueño 1: Sonido de sirenas y choque entre piqueros para el que quiera sentir que vive al lado de la autopista de Prados.

- Sueño 2: Sonido de araguatos para sentir que vive al lado de un parque.

- Sueño 3: Sonido de mar y gaviotas para que sientan que ya inauguraron el nuevo viaducto y se puede ir a la playa todos los fines de semana.

- Sueño 4: Sonido de tiros para el que quiera experimentar cómo se duerme en un barrio de Caracas.

- Audio porno para masturbación interactiva: La versión para mujeres tiene para escoger varios tracks – cada uno con el proceso completo grabado con voces sexy para todo tipo de gustos: Ivan Loscher, Cesar Miguel Rondón, el Ciudadano, Freddy Bernal-para las que gustan del seseo, Jessie Chacón –para quienes gustan de voces finas, Franklyn Virguez y el mesmesemo. La versión hombres incluye la voz de Shakira, Estelita del Llano, Mirtha Pérez, Ma. Cristina Iglesias y Lina Ron.

- Edición para solteros considerando casarse por primera vez: Grabado con la voz de la suegra. Incluye todo tipo de comentarios inofensivos de esos que hacen las suegras. Ideal para ponerlo cuando la pareja tiene una reunión de amigos en casa.

- Edición recién nacido: Especial para aquellas parejas que están considerando tener un primer bebé. Tiene una duración de ocho horas. Debe encenderse justo a la hora de ir a la cama. Incluye llanto, sollozos, gritos, respiraciones dificultosas, tos. Viene con intercomunicador Fisher Price incluido.

- Edición Adolescente: Diseñada para el entrenamiento de padres de niños pequeños (menores de 10 años). CD1 para adolescentes niñas y CD2 para varones. Se recomienda escucharlo en grupo con amigos en su misma etapa de crecimiento familiar. Esto les permitirá diseñar estrategias con antelación.

- Edición para divorciados que están considerando casarse por segunda vez: Grabado con la voz del ex cónyuge haciendo los reclamos típicos de toda pareja que tiene más de seis años de casados. Estupendo instrumento para no reincidir.

- Edición para viudos y viudas: CD pre-grabado con la voz del compañero de vida antes de su deceso, diciendo las frases más comunes de la vida cotidiana. Sirve para no tener que prender el televisor para sentirse acompañado. Puede solicitarse con antelación la grabación exclusiva con las voces de los hijos diciendo las cosas cotidianas que le decían a uno cuando todavía vivían en casa.

- Edición para optimistas: Noticiero de Globovisión con audio y video, de la caída definitiva de Chávez. Incluye escenas eliminadas del golpe de Carmona Estanga. Esta vez no se devuelve a Miraflores. Soñar es de humanos.

Producto exclusivo y con sistema anti copias piratas, downloading, uploading, torrents, emule, limewire, etc. Así que ni se molesten.

Llamen a los chinos para más información.


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EXORDIO DE UNA CITA A CIEGAS

Javier Castillo Lander



Desde que me divorcié de Lucía, mi vida gira en torno a dos circunstancias intermitentes: La primera es una suerte de cacería incesante por las discotiendas de la ciudad para intentar reponer uno a uno los discos que perdí a raíz de mi separación. Accidentalmente ella se quedó con esa mitad de los discos que odiaba y que nunca escuchaba; me refiero a los míos… Mientras que yo, me he limitado a escuchar sólo un par del lote que me quedó a mí; los de ella y que por cierto: yo también odiaba escuchar cuando sonaban.

Desde que legalizamos nuestra ruptura, acordamos mutuamente no volvernos a hablar en la vida, por ésta razón, nunca pude recuperar todos mis discos.

La segunda circunstancia me persigue como yo a mis discos perdidos. Digo esto porque desde que firmé los papeles, la gente se ha tomado la atribución de intentar conseguirme pareja sin que yo lo haya solicitado. Cuando digo la gente, me refiero a toda la gente: Familiares, amigos y amigos de mis amigos que míos no son sino conocidos y a veces hasta ni eso. Sin embargo, todos sin excepción se han dado la tarea de inventarse valores humanos que los diferencia (según ellos) de los animales. Me explico: Han decidido por mí (además sin consultarme) que es lo que necesito, por qué lo necesito y, hasta han discutido y elaborado un análisis de lo que no necesito. Eso, hasta que alguno de ellos decida que mis carencias no satisfacen sus necesidades y en consecuencia, me abandonen y me dejen por ahí… viviendo mi vida sin ellos.

A pesar de mi odio por los que no me dejan vivir, me excuso por haberme desviado del tema. Ese campo que investiga a la gente, sus manadas y detalles de subsistencia, dejemos que lo cubran los de Discovery Channel o los de NatGeo porque yo de lo que quiero hablarles es de otra cosa… Quisiera contarles acerca de mi primera cita a ciegas desde que me divorcié de Lucía.

Mi primo Lisandro “profesional y erudito en el tema del divorcio”; no porque litigue en los juzgados ni mucho menos, sino que lleva tres de éstos a cuestas; me comentó, o mejor dicho, me convenció de que yo lo que necesitaba era salir con alguien y divertirme. Según él y su vasta experiencia en la materia: “Nada como celebrar por la libertad restablecida con cualquiera que no le importe tu nueva falta de compromiso”.

Apenas lo dijo (con ese tono tan a gargajo) intenté defender mi posición ante tanta insensatez. Sin embargo caí en cuenta que no valía la pena discutir por una apreciación que no me pertenecía. Aparentemente, todos sabían más que yo de mis propias necesidades. En vista de eso, me reservé las ganas de enviarlo por agua y… Me dijo con la voz barnizada de orgullo: "Primo, entre todos te hemos conseguido una cita para el viernes. Eso sí, no me vayas a preguntar quién es porque no la conoces; de hecho, yo tampoco, pero Arnoldo 'mi ex–cuñado', ¿tú te acuerdas de él?, el gordito que es más jodedor que el carajo, él si la conoce. Aparentemente el culito está bien bueno y por lo que me dijo el gordo, a ella también hay que ayudarla.
"¿Ayudarla?", me pregunté sin interrumpirlo. No obstante, el continuaba dándome los pormenores y con un tono impregnado de sabiduría artificial me comentó: “Para que todo te salga de lujo en tu cita, debes respetar tres condiciones. Primera: Nunca hables de Lucía. Segunda: No intentes lucirte con esas pendejadas zodiacales ni nada de esa paja de los signos que a ti tanto te gusta. 'Las mujeres quieren acción y no un güevón que las analice'.

"Por último y no menos importante… Tu misión es divertirte. ¿Eso qué quiere decir?", el mismo preguntó y contestó en plan monólogo. "Que tú no necesitas compromisos. Usted se echa su bailaíta, un vinito, su polvito y pa’ la casa.”

Guardé silencio por unos segundos mientras analizaba la sarta de estupideces que supuestamente me ayudarían a salir airoso en mi cita a ciegas y antes de argüir, pensé y repensé, lo juzgué en silencio por su condición de triple coronado del divorcio y volví a pensar.

…En medio de tanta idiotez, sus consejos tenían cierto sentido. Era muy cierto que yo necesitaba divertirme, con o sin sexo, (preferiblemente con…) pero eso no era lo que me preocupaba, lo que sí, era con quién me tocaría sentarme a platicar e incluso convencer para que se fuera conmigo a la cama.

A pesar de mis preocupaciones, acepté la propuesta y anoté su número. Lo peor que podía pasarme era que la fulana se pareciera a Lucía, y como ella… muy difícil.

Así fue como me dije: “No tengo nada que perder.” Y como la primera impresión es lo que cuenta, me fui directo a renovar mi armería de personalidad en una discotienda que me habían recomendado por los lados de Prados del Este y recién llevaba abierta no más de un par de semanas.

Reaccioné de esa manera porque no deseaba transmitir un mensaje equivocado con esos CD’s de despecho que había venido escuchando durante los últimos meses. Sin mencionar que ya era la hora de quitarme de encima esa suerte de luto musical que me tenía el autoestima vestida de negro.

Apenas entré al lugar, reconocí que Doñake tenía razón. La discotienda en su noventa por ciento estaba dedicada al Jazz. Para muestra el nombre en la entrada: “Birland”. Pasillos enteros conformaban una especie de parque temático dedicado a los grandes intérpretes y compositores de la enigmática melancolía; de esa música cuyo embrujo demoledor se registra en los estudios de grabación y en los irrepetibles “Jam sessions” como una suerte de cofradía after hours.

Nunca antes había permanecido tanto tiempo en una discotienda. Durante mi estancia en el recinto me aparté por completo de las conjugaciones del verbo estar y entendí perfectamente a Cortázar y “Su perseguidor”, mientras me deleitaba con las grabaciones que la encargada del local me ofrecía para mi deleite. Por cierto, ya que la menciono… No había conocido antes a una mujer tan atractiva e interesante que le gustara el Jazz tanto como a mí. De hecho, me vi tentado a invitarla a salir pero desistí de la idea por culpa de Sofía “mi cita a ciegas”.

Lo cierto es que entre Coltrane, Stan Getz, Duke Ellington, Bud Powell, Miles Davis y lo nuevo de Chick Corea “The Ultimate Adventure”, supe de inmediato que había descubierto mi propio santuario y, al mismo tiempo la panacea a la primera de mis circunstancias intermitentes que mencioné al comienzo de mi relato.

Apenas llegué a casa y aún con los discos en la mano, la llamé por teléfono y me presenté. Fui directo al grano. No quería malgastar preguntas o comentarios que pudiesen ser útiles a la hora de estar frente a ella con mi falta de práctica para seducir a una desconocida. Apunté su dirección y concretamos la hora.

Esa noche “la de la cita”, llegué puntual. A sólo unos cuantos metros de mi reinserción a la vida social, me pareció anticuado bajarme del carro y tocar el timbre; sin mencionar que me imaginaba al patán de mí primo reprochándome tanta melcocha. Resolví enviándole un mensaje de texto a su celular para que supiera que ya estaba estacionado frente a su casa. El piano de Marc Seales y el saxo de Ernie Watts me hacían compañía y me ofrecían algo de seguridad. Durante la espera interrumpí “Highways Blues” haciéndola sonar desde el principio al menos en cuatro oportunidades para utilizarla como mi tarjeta de presentación. Entre tanto, maldije en reiteradas oportunidades mis axilas delatoras. Pensé en devolverme e ir a buscar una camisa más oscura que camuflara mi estado de ansiedad, pero ya no había tiempo para eso. La silueta de Sofía se veía a la distancia echándole llave a la cerradura. Reinicié “Highways Blues” por quinta vez e hice un esfuerzo para obtener detalles de su fisonomía antes de que fuera demasiado tarde.

A contra luz y desde lo lejos se le veían atributos agradecibles. “Punto a mi favor”. El rostro aún sin descubrirse producto de la luz tenue sobre el umbral de su casa, fue cobrando personalidad a medida que se acercaba. Drásticamente mi sistema nervioso colapsó por completo ocasionándome retorcijones abdominales tan inapropiados como mi mal sudor. Me quedaban sólo segundos para decidir cómo coño la saludaría. ¿Un beso en la mejilla o en la boca de una…? ¿Bajarme y abrazarla por aceptar una invitación de un amigo mío que ni conozco o simplemente hacerme el duro y que ella sea la que me jalara bola? ¿…Yo qué sabía? ¡Maldita sea…! ya estaba inmerso en el peo y sólo me quedaba enfrentarlo.

Apenas abrió la puerta del carro para subirse, ambos quedamos enmudecidos… No hubo saludo instantáneo, tampoco artificios premeditados. Simplemente nos sonreímos agradecidos con esa extraña fascinación que produce el destino; reconociéndonos el uno al otro de inmediato. Ella me identificó en el acto como el cliente de su tienda de discos y yo a ella, como la que me sembró nuevamente la ilusión por el Jazz esa tarde en la discotienda de Prados del Este, o debería decir: “En mi nuevo santuario”.



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EL SONIDO DE LA BESTIA

Carolina Yribarren



Pégame tu mejor golpe, sonaba durísimo Pat Benatar en mi conciencia maldita, en mi único rostro, en mi necesidad de existir sin condiciones.

El Heavy Metal persiguiendo mis sueños, atrapando palabras que luchaban en mis labios, sin atreverse a volar solas por el aire.

Lo recuerdo, el amor estable no sangraba a mis diez y siete años, ni laceraba de dolores el viaje necesario hacia la nada.

Yo estrangulaba entonces posesiones y delirios violentos bajo cabellos largos, delineadores negros y labiales rojo púrpura, atreviéndome a potenciar el grito solitario de la adolescencia, más por pasión que por justicia.

Entonces sabía más de dolores por letras de canciones que por heridas abiertas en carne propia.
Vestida de Negro, conocí la distancia necesaria entre vivir las lágrimas y mi primer deseo de suicidio, mientras seguía desterrando amores dolorosos, ácidos besos, lagrimas que oculté entre los tonos altos, para convertirlas algún día en recuerdos. Me construí de alaridos y gritos de auxilio intentando devolverme la inocencia.

El tiempo se deslizaba en cada fisura de un disco de vinilo de Van Halen, abriendo huellas profundas sobre mi cuerpo.

El óvulo y las cenizas se beben en el mismo vaso. Aquella rebelde y complicada estrofa de canción intensa. Fumando hierba arrimada a la hornilla, ahogando despedidas y penas. Implicada hasta los huesos con el destino: mi primer cigarrillo, el vino tinto, los vicios del cuerpo en un hombre mayor, para no olvidarlo ni olvidarme de mi primera experiencia

Sólo allí, desde el margen de la vida, algo fue verdad para mí, mientras soñaba. Es verdad, todos tenían nombre menos yo que sólo iba marcada en la frente con el estigma del silencio. Jamás lo abandoné, los parpados quemados, la mutua mirada de los ojos.

Confrontada, separé la vida y partí de cero, porque contra lo hecho sólo se recuerda prolongaciones de urgencias inconclusas.

Luego volvió, con los hijos, la muchacha que yo era, la misma que se miraba en el fondo de tus ojos.

Otro lugar, otro tiempo. Todos los días fragmentos de canciones para dormirlos y despertarlos llenos de ilusiones.

Crecen mis hijos; y yo con ellos. Crecen las nuevas canciones inscritas en piedras duras y serpientes de memoria.


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